lunes, 30 de enero de 2012

Lluvia

Salgo de la universidad y veo que comienza a llover levemente, en circunstancias normales cogería el metro hasta mi casa, pero hoy no es un día normal, hoy me apetece andar. Cómo siempre he sido bastante previsor me he traído el paraguas, así que no me preocupo, siempre me ha gustado la lluvia. Cuando caminos mis pensamientos suelen ir a una velocidad que a veces me cuesta controlar, el frio y la humedad me despejan mientras paseo junto al parque de Viveros.

Al bajar al parque del Turia comienza a llover con intensidad, me resguardo cómo  puedo de uno de los puentes y contemplo cómo la lluvia golpea las copas de los arboles, tintinea con el césped, choca con el asfalto y distorsiona el horizonte. Me quedo hipnotizado y pienso en todo lo que ha pasado durante estos meses, pienso en la incertidumbre, en la impotencia que he sentido, en todas las preguntas que no podía responder. Empiezo a agobiarme.


Una decima de segundo después, sin saber porque me encuentro debajo de la lluvia, corriendo, sin abrir el paraguas, simplemente corro. Me empapo, me lleno las zapatillas de barro, mi corazón quiere salir del pecho, hacía tiempo que no me sentía tan vivo. El niño que hay en mi sale, sonriente y empapado, salta por todos los charcos que ve, pasa junto a todos los arboles que se encuentra. Cualquiera que me vea pensará que estoy loco, a mi, simplemente me da igual, que piensen lo que quieran, yo sigo disfrutando de la lluvia. Mi lluvia.

Al llegar al siguiente puente todos mis pensamientos negativos se los ha llevado la lluvia, calado me paro a recobrar el aliento. En mi mente tengo a mi familia, a todos mis amigos, a la gente que he dejado en el camino con la que me quiero rencontrar, recuerdo a mi perrita. Y en mi mente aparecen las personas que me han hecho abrir los ojos,  veo todas las oportunidades que tengo por delante, la fuerza, la energía y el valor. Sigo corriendo, a mi ritmo, pero corriendo.


Sí me viera ahora el médico que le dijo a mi madre que no podría correr nunca y que sí andaba iba a estar cojo de por vida le daría un pasmo. “Siempre has sido demasiado cabezota cómo para hacerle caso a los médicos.” No puedo evitar sonreír. Mi “yo” ha estado dormido durante demasiado tiempo, ahora hay que luchar.

Llego a casa y mi perrita me recibe con cierta incredulidad al verme chopado de arriba abajo, no la culpo, ahora mismo he de tener unas pintas horribles. Me seco, pongo la ropa en la lavadora y me voy a la ducha, mañana seguro que estaré resfriado, no me importa, me siento vivo.  Ahora me arreglaré un poco, he quedado con la persona que me ha abierto los ojos. Al verme en el espejo veo una gran sonrisa, hacía meses que no la veía y no dejaré que se escape.

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