Una sonrisa, es todo lo que hace
falta para hacerme feliz. Ver sonreír a los míos, a la persona que tengo a mi lado,
a mis amigos, a la persona que amo. Un,
aparentemente, pequeño detalle hace que todo el mundo cobre sentido y la vida
misma, la felicidad más sincera, ha de basarse en esos pequeños detalles.
Y la veo sonreír y el tiempo se
detiene, sin previo aviso, sin mayor explicación. Desearías que ese instante
fuera eterno, pero sí lo fuera ¿Qué sentido tendría? Seguramente perdería todo
su encanto. Vivir intensamente ese instante, guardarlo, hacerlo tuyo, algo
especial, tomar una fotografía mentalmente.
Detalles, como decía
anteriormente, que hacen que tu mundo cobre sentido. El día que no se pare el
tiempo con una sonrisa, que no se me ponga la piel de gallina cuando roza mi
piel, el día que no sienta un escalofrío cuando me besa, ese día estaré muerto.
La vida está compuesta de momento que no se nos tienen que escapar, momentos
mágicos que hemos de valorar, pequeñas piezas de un puzzle que debería conformar
nuestra felicidad.
Marcarnos objetivos más elevados,
más abstractos, puede ayudarnos a focalizar y a encauzar nuestro camino, pero
ese puzzle abstracto está formado de pequeñas piezas del día a día.
Siempre he pensado e que el todo es algo más que la suma de las partes,
pero esas partes son necesarias para crear la sinergia necesaria.
Para mi la felicidad está en el
día a día, en esos momentos, momentos intensos, fugaces, placenteros que te
hacen sentir vivo. Hacer que cada segundo cuente, que cada instante sea único,
especial e irrepetible, no se me ocurre mejor manera de ser feliz. Y ahora
piensa “¿Cuáles son las piezas de mi puzzle?”. Cuando las descubras, dedícales tiempo, conviértelas en tus pasiones y
vívelas intensamente.
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