domingo, 27 de febrero de 2011

Palabras etéreas

En nuestra vida decimos, hablamos y prometemos. Decimos que queremos, que la gente nos importa, prometemos no poder vivir sin él, estar desesperado sin ella, juramos dar la vida por ellos… Desgraciadamente son solo palabras, sonidos etéreos que se diluyen en el tiempo, que duran un instante, que se quedan en eso, palabras. Lo que hace que las palabras sean reales, tangibles y eternas son nuestras acciones.

Siempre he creído que existen tres tipos de personas: las que hablan mucho y hacen poco, las que hacen mucho y hablan poco y por último los que hablan y hacen por igual, los equilibrados. De esta pequeña clasificación (totalmente subjetiva y personal) yo, personalmente , me quedo con los dos últimos tipos de personas prefiriendo, sin duda, el último.

El lenguaje es uno de los atributos que nos hace diferentes del resto de especies animales, somos capaces de comunicarnos de forma compleja mediante él, podemos expresar nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestras opiniones. Las palabras usadas con maestría llegan a nuestros corazones, endulzan nuestros oídos, esos cantos de sirena nos llaman y nos llevan a realizar locuras. Pero uno se pregunta : ¿De qué vale todo eso sí no va acompañado de hechos?.

Las palabras son parte fundamental de nuestras emociones, pensamos y racionalizamos en palabras , pero como dice el refrán “se las lleva el viento”. Lo que decimos, lo que sentimos, decimos lo sentimos, todo ello ha de ir acompañado de un comportamiento coherente. Una buena amiga siempre me dice :”yo no quiero que me digan que me van a sorprender, quiero me sorprendan, sin más.” Esta frase resume perfectamente el sentido de este pequeño post, realizar, hacer, sentir y ser coherente con nosotros mismos.

Os voy a poner un pequeño ejemplo, uno de los refuerzos positivos más importantes para nosotros y que más persistencia tiene en el tiempo es el premio inesperado. ¿Recordáis cuando hablaba de los besos furtivos? Pues eso mismo, la mejor forma de actuar para sorprender y para demostrar es esa: la sorpresa inesperada, tomar la iniciativa y HACER.

En cambio, en ocasiones nuestras palabras van por un lado y nuestra mente por otro, todos sabemos que esto nos lleva a problemas (generalmente innecesarios).¿A quién no le ha pasado? ¿Quién no le ha dicho una mentira a su pareja para no hacerle daño? Todos lo hacemos, desgraciadamente todos mentimos, prometemos la luna y nos quedamos quietos.Hablamos sin pensar, actuamos sin pensar, elaboramos sin sentir. A mi me gusta que me digan “te quiero”, como a todos, pero lo realmente importante es demostrarlo (y luego, sí eso,decirlo).

“Decir lo que sentimos. Sentir lo que decimos. Concordar las palabras con la vida.”Séneca

domingo, 20 de febrero de 2011

Autoengaño, nuestra propia mentira.

Vivimos en un autoengaño permanente, a lo largo de un día cualquiera realizamos cientos de juicios, tomamos otros cientos de decisiones y todas tienen algo en común, una tremenda subjetividad. En este instante uno recuerda el dicho”cada persona es un mundo”, al que yo añadiría “y lo interpreta a su manera”. Resumiendo, cada persona es un mundo y en ese mundo es el juez encargado de “impartir” justicia, el problema es, amig@ mío que esa justicia no solo es subjetiva sino que es tremendamente injusta.

El génesis de este autoengaño se encuentra en los sesgos de atribución, es decir, tendemos a hacer generalizaciones excesivamente positivas sobre nosotros mismos. Lo contrario ocurre cuando generalizamos sobre los demás ya que lo hacemos de forma realmente negativa. Dentro de esta búsqueda (egoísta) elegimos para nuestros argumentos las situaciones que se dan en el entorno que son más favorables a nuestros intereses, exageramos su valor y minimizamos el valor de las alternativas que no nos interesan.


Expliquemos brevemente un sesgo que se da con mucha frecuencia ante el éxito o el fracaso. Es muy simple, tendemos a interiorizar el éxito, cuando conseguimos algo pensamos “lo hice”, “me lo merezco” o el archiconocido”he aprobado”. Por el contrario si fracasamos la atribución tiende a exteriorizar las causas del fracaso:”me han fastidiado”, “no me han dejado” o siguiendo con el ejemplo “me han suspendido”.

Lo maravilloso de este tipo de atribuciones es que tienen un carácter predominantemente inconsciente y están relacionadas con nuestra autoestima. Estos pensamientos son tremendamente adaptativos, nos ayudan a conseguir nuestros fines y protegen nuestros niveles de autoestima. Es muy simple, si hacemos “nuestra” la verdad y nos decimos a nosotros mismos “no es culpa mía” cientos de veces acabamos creyéndonos nuestra mentira.

Este autoengaño nos lleva a negar las evidencias, a llenarnos de falsa razón, de vano orgullo, de un “yo no he hecho nada”. Es normal en estos casos, una persona, por sus bajos niveles de autoestima, es una maestra del autoengaño, hace a los demás participes de su mentira. El autoengaño puede proteger nuestra autoestima, pero lo que realmente la aumenta, lo que nos da ese “chute”, es hacer a los demás partícipes de nuestra mentira.

Cuanto engañamos, cuando mentimos, cuando fingimos, cuando inventamos, nos creemos nuestras propias mentiras para justificarnos. Buscamos los argumentos que más nos favorezcan y nos convencemos a nosotros mismos, queremos ocultar los seres despreciables que en realidad somos. Por muy mal que lo hayamos hecho, por mucho dolor que le hayamos causado la persona que tanto queremos siempre encontraremos una justificación que, aun que no sea cierta, nos hará sentir un poquito menos culpables.

“Nunca nos engañan, nos engañamos a nosotros mismos.” Johann Wolfgang Von Goethe

jueves, 17 de febrero de 2011

La retórica de la soledad.

"Naces solo y mueres solo, y en el paréntesis la soledad es tan grande que necesitas compartir la vida para olvidarlo." E.Froom.

La soledad es presentada ante nosotros como esa gran y oscura bestia que nos acecha, que trata de acabar con nosotros arrancando de un bocado el corazón de nuestro pecho…Y desde pequeñitos se nos ha enseñado a temer a esa bestia. Hablábamos en posts anteriores de la ansiedad por separación que sufren los niños hasta los 3 años, desde esta perspectiva, como seres sociales que somos (aunque muchas veces lo neguemos), podríamos atrevernos a afirmar que el miedo a la soledad tiene algo de innato y mucho de adaptativo. Necesitamos a los demás para sobrevivir.

Desde nuestro nacimiento somos unas blanditas bolitas de rosada piel incapaces de valerse por sí mismas. Al contrario que la mayoría de mamíferos que a los pocos minutos son capaces de andar y alimentarse, nosotros necesitamos años. Luego resulta que crecemos y la cosa cambia, nos creemos maduros, competentes, objetivos y racionales pero seguimos teniendo un miedo atroz a la soledad, no somos más que unas no tan blanditas y algo más estilizadas bolitas de rosada(o no tan rosada) piel.

Buscamos la compañía de los demás pero no sabemos estar solos, buscamos ser amados por otra persona pero no nos conocemos a nosotros mismos. Sí no he estado solo, sí no me conozco a mi mismo ¿Cómo voy a poder amar a otra persona? ¿Cómo voy a conseguir una relación profunda y comprensiva con otra persona?.

Yo siempre he pensado que la soledad es un maravilloso viaje de autodescubrimiento, que bien llevado a cabo tiene como última instancia la construcción de una relación basada en la empatía, la libertad, la sinceridad y el cariño con la persona amada. Para amar a los demás, (amar en el sentido más profundo, no hablo de relaciones donde la manipulación emocional hacen que el que más “quiera” sea el que menos daño haga al otro, hablo de amar de verdad), para amar a alguien, primero has de amarte y conocerte a ti mismo. Solo así podemos crear la habilidad empática que nos permita interactuar de forma sincera y cariñosa con nuestros seres queridos.

La soledad es una condición indispensable para amar.La persona que no ha estado sola, que no ha sentido el aliento de esa bestia golpeando bruscamente contra su pecho, esa persona será incapaz de amar. Una persona que no esté segura de sí misma, que tenga baja autoestima, que sea insegura y manipuladora tratará de escapar de esta bestia por atajando por el camino fácil, cogerá el primer camino que encuentre, un camino que puede ser más peligroso aun que esa bestia. Desgraciadamente ese camino no tiene salida, esa senda acaba en el precipicio de la infelicidad y la infidelidad.

El conocedor de sí mismo, el creador empático capaz de entrar en la mente de sus seres amados, capaz de alcanzar sus deseos, capaz de satisfacer sus emociones conseguirá acabar con la bestia.Será capaz de amar, será capaz de ser amado y entonces descubrirá que toda la espera ha merecido la pena. Seamos pacientes, el amor hacia los demás ha de surgir del conocimiento y el amor a uno mismo.

"En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos."E. Froom.

domingo, 13 de febrero de 2011

Neurotransmisores del amor.

Os voy a confesar un pequeño secreto, cuando siento una emoción que no se explicar me siento ignorante. Puede que esta sea una de las razones que me llevaron a realizar mis estudios de psicología, quiero conocer las emociones que experimento, conocerlas en el sentido más amplio y científico. No sé si a ti queri@ lector te ocurrirá lo mismo, sí es así comprenderás mi motivación por el estudio de las emociones humanas, en caso contrario al menos estarás interesado en los procesos emocionales de tu vida cotidiana. En ambos casos te recomiendo seguir leyendo.

Podemos teorizar (y lo haremos) sobre los múltiples factores emocionales referidos con el amor, pero hoy quiero dar un breve repaso a los neurotransmisores más importantes que recorren nuestro cerebro cuando estamos enamorados. Estate tranquilo amig@ mío este no será un intrincado post sobre neurobiopsicología, te prometo que no te aburrirás.

Cuando estamos enamorados el cerebro se trastoca, cambia y los niveles normales de neurotransmisores también lo hacen. La primera pregunta que nos asalta es: ¿Qué es un neurotransmisor? Bueno, usando el poder de la wikipedia y resumiendo mucho un neurotransmisor es “una sustancia química que transmite información de una neurona a otra”.

Muy bien, pues durante el enamoramiento se produce un aumento de la dopamina y la norepinefrina, así como un descenso de la serotonina. Los cambios que producen estos tres neurotransmisores son fundamentales en las primeras fases del amor y explican nuestro comportamiento (idiotizado) de persona enamorada. Hablemos brevemente de cada uno de ellos.

Los niveles altos de dopamina están ayudan a focalizar la atención, por eso cuando estamos enamorados de una persona nos centramos en ella, esa persona pasa a ocupar un papel fundamental en nuestras vidas. También se encarga de favorecer el aprendizaje de estímulos nuevos, cuando estamos enamorados vemos a ese ser amado con mayor claridad, le vemos más detalles que al resto de personas. Haciendo un símil un poco absurdo, cuando estamos enamorados “aumenta la resolución” de ese ser amado. A este efecto le podemos sumar la norepinefrina, que actúa aumentando la capacidad de recordad estímulos nuevos. No solo recordamos más cosas de la persona amada sino que la recordamos mejor.

Otra acción fundamental de la dopamina es que actúa directamente en la motivación, niveles altos de este neurotransmisor llevan a niveles altos de motivación. La dopamina hace que focalicemos nuestros deseos en esa persona y que estar con ella se convierta en una meta fundamental de nuestra existencia. Esto explica que, cuanto mayores son los problemas y las adversidades mayor es nuestra motivación y mayores son nuestros esfuerzos para estar con el ser amado. Estos problemas disparan los niveles de dopamina y nuestros deseos de luchar por esa persona.

Por último tenemos niveles bajos de serotonina. Este neurotransmisor se encarga de darnos un maravilloso pensamiento obsesivo donde la persona que nos gusta es la protagonista. Lo curioso es que estos niveles bajos de serotonina se dan tanto en personas enamoradas como en personas que han sufrido los estragos del desamor. ¿No puedes quitarte a esa persona de la cabeza? Dale las gracias a la serotonina.

Como puedes ver, los sentimientos, como el amor, son realmente complejos y van más allá del campo emocional (consciente o no), la biología tiene un papel fundamental en nuestras emociones. No nos engañemos estos sentimientos son una fuerza evolutiva y adaptativa con un fin claro; encontrar a una pareja para transmitir nuestro ADN en el futuro.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Desamor suicida.

Dicen que las personas que más aman son las que más sufren por amor. Estos grandes románticos sufren atrocidades a causa del desamor, hasta tal punto que, en muchas ocasiones, su única voluntad ha sido el suicidio. Podemos referirnos a ejemplos literarios, todos conocemos Romeo y Julieta, situaciones trágicas de desamor que ocurren con más frecuencia de lo que pensamos. Desamor y muerte van unidos, desde tiempos ancestrales, más allá de los Amantes de Teruel.

Todos hemos sufrido (o desgraciadamente sufriremos) esta emoción, pero realmente pocos son los que se preguntan: ¿Qué es el desamor? ¿De dónde surge? ¿Por qué me lleva a sentirme así? Trataremos de solucionar estas preguntas en los siguientes párrafos.


Hagop Akiskal descubrió que una versión corta del gen de la ciclotimia podría ser la responsable de la depresión suicida que puede producirse en ciertos sujetos frente al desamor. Esto nos lleva a una pregunta sencilla ¿Qué es la ciclotimia? “La ciclotimia es un trastorno del estado de ánimo similar al trastorno bipolar que se caracteriza por oscilaciones del estado de ánimo de la hipomanía a la depresión” alternándose periodos de gran excitación con periodos depresivos.

La felicidad que experimenta este tipo de sujetos durante su relación actúa como caldo de cultivo de la melancolía, esta felicidad lleva a dejar de lado a uno mismo y su entorno para centrarse en la persona amada, lo que lleva en algunas situaciones a esta depresión suicida. Abramos los ojos, la depresión mata. Afortunadamente no todos tenemos esta variación genética, ni todos los que la poseen se suicidan, pero es un claro indicador del nivel de sufrimiento que se alcanza al finalizar una relación.

¿De dónde surge tanta pena? Pues como todo lo emocional y lo importante, surge del cerebro. Estudios científicos, (por mucho que a ciertos ignorantes les moleste los psicólogos somos científicos), han demostrado que las redes neuronales que se activan en niños cuando aparece la ansiedad de separación son exactamente las mismas que se activan en los adultos que sufren de desamor. Son emociones igualmente devastadoras, la ansiedad de separación es el miedo innato infantil de ser abandonado por el cuidador principal, como podemos observar no es tan descabellado. Pero esas redes neuronales no solo son equivalentes en la ansiedad de separación o el desamor, también se activan ante el temor de la muerte o el estado emocional previo al suicidio. Podemos decir que existe un área cerebral especializada en el sufrimiento.


Después de este breve repaso psiconeurológico sobre el sufrimiento nos preguntamos: ¿Cómo experimentamos las personas el desamor? Bueno, como habrá podido deducir por su experiencia, el desamor es un proceso y como proceso experimentamos sus diferentes fases:

1. Estado de shock inicial en el que negamos la realidad.

2. Fase de rabia y enfado.

3. Fase de dolor, pena y duelo.

4.Fase de planteamiento de salidas y pensar en el futuro. En esta fase es cuando puede aparecer la depresión y concluir aquí el proceso.

5. Sí somos fuertes y tenemos las herramientas emocionales necesarias para seguir adelante llegaremos a un estado de aceptación y paz interior.

Como ve amig@ mío no todo es desesperanza en este proceso, el final, si somos fuertes, tenemos el apoyo de nuestro círculo y no nos rendimos es un estado de paz interior donde ya, no habrá sufrimiento y podremos disfrutar de nuestra vida en harmonía.

“El que sabe de dolor, todo lo sabe” Dante Alighieri

Lo mejor de ti