domingo, 11 de septiembre de 2011

Vacío

Un cascarón vacío, un interior yermo, desolado, simplemente roto.  Demasiado ebrio para poder pensar con claridad, demasiado vodka… Necesito escapar. Veo el vaho que sale de mis labios con cada exhalación, hacía tiempo que no recordaba una noche tan fría. 

Trato de calentar mis entumecidas manos resguardándolas en los bolsillos de unos vaqueros desgastados, miro mis zapatos, mis piernas caminan casi por inercia, cada paso que doy es un paso que me alejo de ella. Necesito escapar, necesito estar solo con mis pensamientos.


Mi mente no deja de dar vuelta, los pensamientos se trasforman en una vorágine emocional que me acelera el corazón, la respiración… mis piernas caminan tan deprisa como mis pensamientos. Cierro los ojos y trato de contener la respiración, trato de centrarme en el frio, en la sensación de vacío, pero nada logra calmarme.

Pero entonces recuerdo el roce de su piel, sus labios cerca de mi oído, su susurro: “Él no me hace feliz”. La recuerdo entrando en el bar, la recuerdo preciosa, la encarnación de la perfección, alta, esbelta, con su larga melena castaña por debajo de la cintura. Sus ojos de color canela, su traje negro palabra de honor, trasportada por esos zapatos de un tacón estratosférico.

Y cómo no recordarla, al verla me quedé sin aliento, sin aliento y roto me quedé al verla abrazada a él, con el alma fracturada en dos me quede al ver cómo le besaba. Les di la espalda de forma casi intuitiva, entonces bebí, bebí  y bebí. Tras la última copa salí del bar,  no podía aguantar más, pero en ese instante, nada más salir del bar, noté como me cogían la mano. 

Al girarme ella no dijo nada, no saludó, simplemente acarició mi mejilla, por un segundo me quedo en blanco, todo mi cuerpo se paraliza. Ella acerca sus labios a mi oído y me susurra “Él no me hace feliz”. Entonces me besa apasionadamente, me abraza, me toca, me mira y vuelve a susúrrame “No se cómo escapar de esto”. 

Al acabar la frese se dio la vuelta y volvió a entrar al bar. Yo desearía llevarla a mi cama, decirle que la amo, sentir su piel, volverla a besar, hacerle el amor apasionadamente, pero la realidad golpea tan fuerte cómo lo hace el frio. Comienzo a caminar cierro los ojos, mantengo la respiración y, tembloroso,  ando sin rumbo…


Día tras día, año tras año, lágrima tras lágrima sabes que, en lo más profundo de ti, esa cicatriz que creías cerrada se ha convertido en la herida más grande que has tenido. Sigo andando con la única compañía de mi sombra, de mi soledad, del frio ....  Trato de convencerme a mí mismo “nunca volveré a enamorarme”, pero sé que es demasiado tarde, sé que he de ser sincero con mi corazón.

Una cosa es segura; hoy no voy a poder conciliar el sueño.

 

Dedicado a Cortés, por todo su apoyo, por ayudarme a expresar lo que sólo los corazones rotos pueden sentir. Con cariño J. V. Pérez.

Lo mejor de ti