domingo, 20 de febrero de 2011

Autoengaño, nuestra propia mentira.

Vivimos en un autoengaño permanente, a lo largo de un día cualquiera realizamos cientos de juicios, tomamos otros cientos de decisiones y todas tienen algo en común, una tremenda subjetividad. En este instante uno recuerda el dicho”cada persona es un mundo”, al que yo añadiría “y lo interpreta a su manera”. Resumiendo, cada persona es un mundo y en ese mundo es el juez encargado de “impartir” justicia, el problema es, amig@ mío que esa justicia no solo es subjetiva sino que es tremendamente injusta.

El génesis de este autoengaño se encuentra en los sesgos de atribución, es decir, tendemos a hacer generalizaciones excesivamente positivas sobre nosotros mismos. Lo contrario ocurre cuando generalizamos sobre los demás ya que lo hacemos de forma realmente negativa. Dentro de esta búsqueda (egoísta) elegimos para nuestros argumentos las situaciones que se dan en el entorno que son más favorables a nuestros intereses, exageramos su valor y minimizamos el valor de las alternativas que no nos interesan.


Expliquemos brevemente un sesgo que se da con mucha frecuencia ante el éxito o el fracaso. Es muy simple, tendemos a interiorizar el éxito, cuando conseguimos algo pensamos “lo hice”, “me lo merezco” o el archiconocido”he aprobado”. Por el contrario si fracasamos la atribución tiende a exteriorizar las causas del fracaso:”me han fastidiado”, “no me han dejado” o siguiendo con el ejemplo “me han suspendido”.

Lo maravilloso de este tipo de atribuciones es que tienen un carácter predominantemente inconsciente y están relacionadas con nuestra autoestima. Estos pensamientos son tremendamente adaptativos, nos ayudan a conseguir nuestros fines y protegen nuestros niveles de autoestima. Es muy simple, si hacemos “nuestra” la verdad y nos decimos a nosotros mismos “no es culpa mía” cientos de veces acabamos creyéndonos nuestra mentira.

Este autoengaño nos lleva a negar las evidencias, a llenarnos de falsa razón, de vano orgullo, de un “yo no he hecho nada”. Es normal en estos casos, una persona, por sus bajos niveles de autoestima, es una maestra del autoengaño, hace a los demás participes de su mentira. El autoengaño puede proteger nuestra autoestima, pero lo que realmente la aumenta, lo que nos da ese “chute”, es hacer a los demás partícipes de nuestra mentira.

Cuanto engañamos, cuando mentimos, cuando fingimos, cuando inventamos, nos creemos nuestras propias mentiras para justificarnos. Buscamos los argumentos que más nos favorezcan y nos convencemos a nosotros mismos, queremos ocultar los seres despreciables que en realidad somos. Por muy mal que lo hayamos hecho, por mucho dolor que le hayamos causado la persona que tanto queremos siempre encontraremos una justificación que, aun que no sea cierta, nos hará sentir un poquito menos culpables.

“Nunca nos engañan, nos engañamos a nosotros mismos.” Johann Wolfgang Von Goethe

3 comentarios:

  1. "queremos ocultar que somos los seres despreciables que en realidad somos"

    Wo! Y luego la pesimista era yo... Jajajaja. Aun así, estoy de acuerdo con eso.

    Lau.

    ResponderEliminar
  2. :D Hay evidencias que, pese a que me cueste reconocer, son eso, evidencias :P

    ResponderEliminar
  3. Yo pocas veces si asumo que es mi culpa lo digo, no tanto cuando era pequeña pero ya no tengo porque mentir, ya sea con los amigos o en las relaciones de clase, donde se producen miles de malos rollos.

    Podemos contar nuestra verdad como tu dices pero primeramente debemos saber la version de las dos partes, como todo en esta vida.

    Besitos me encanta tu blog de nuevo... xd

    ResponderEliminar

Muchas gracias por tu visita

Lo mejor de ti